
Para resolver este desajuste, son muchas las compañías de robótica e inteligencia artificial que se están esforzando en perfeccionar el acabado de sus dispositivos. Hay quien prefiere trabajar con profesionales de los efectos especiales, expertos en dotar de verosimilitud inventos y situaciones que son producto de la manipulación humana. Así, las máquinas no tendrían un aspecto tan frío, incluso se asemejarían a seres de carne y hueso. Y, con este mismo objetivo, otras organizaciones han apostado por contratar a artistas. Consideran que ellos pueden proporcionar a los robots una dimensión extra, algo intangible que haría más cercanos a los androides. Uno de los grandes nombres en esta actividad es Sam Jinks.
Un androide es un robot u organismo sintético antropomorfo que, además de imitar la apariencia humana, emula algunos aspectos de su conducta de manera autónoma. Es un término mencionado por 1ra vez por Alberto Magno en 1270 y popularizado por el autor francés Auguste Villiers en su novela de 1886 La Eva futura.
Etimológicamente, "androide" se refiere a los robots humanoides de aspecto masculino. A los robots de apariencia femenina se los llama ocasionalmente "ginoides", principalmente en las obras de ciencia ficción. En el lenguaje coloquial, el término "androide" suele usarse para ambos casos, aunque también se emplean las expresiones genéricas "robot humanoide" y "robot antropoide".
El androide siempre ha sido representado como una entidad que imita al ser humano tanto en apariencia, como en capacidad mental e iniciativa. Antes incluso de haber visto un verdadero robot en acción, la mayoría de las personas asocian la idea de robot con la de androide, debido a su extrema popularidad como cliché de la ciencia ficción.
Como demuestra su participación en 2 exhibiciones en la National Gallery of Australia (Hyper Real) y en la Art Gallery of Ballarat (Romancing the Skull), el escultor Sam Jinks es uno de los creadores mejor preparados para proporcionarles la piel a los robots de nueva generación. Cuesta distinguir sus obras, que inicialmente son modeladas en arcilla y luego son fabricadas con silicona, de las personas reales. Desde hace 2 años, colabora con un ingeniero establecido en América del Norte con este difícil encargo. Esta tarea estética se armoniza con la posibilidad de que los androides se muevan y hablen como nosotros.
Ejemplos como Han, Jia Jia, Erica o Sophia demuestran hasta qué punto se ha avanzado en esta línea. En algunos casos, los humanoides pueden parpadear, fruncir el ceño y llevar a cabo acciones tan sutiles y empáticas que sus interlocutores pueden dudar acerca de su naturaleza. Sin llegar a extremos como los mostrados por la reciente Blade Runner 2049, por su predecesora en la gran pantalla y por muchas otras películas, series, videojuegos, cómics y libros de ciencia ficción, los conflictos éticos, legales, etc. que se pueden derivar de esta progresión son más que previsibles.
Por tanto cada vez aumentan más las razones con el objetivo de investigar cómo conseguir que los robots resulten menos mecánicos, sobre todo si se tiene en cuenta que algunas de las áreas en las que se prevé que su introducción sea más intensiva son las relacionadas con la educación, la sanidad, la calidad de vida y la seguridad. Según este punto de vista, lo deseable sería que las funciones terapéuticas, de compañía a ancianos y enfermos, etc. las dispensasen entes menos fríos que la mera acumulación de cables, plástico y metal. Instituciones como la Sociedad Psicológica Estadounidense abonan esta teoría.
De acuerdo con sus estudios, la soledad y el aislamiento presentan un riesgo más elevado para la población que enfermedades y problemas como la obesidad. El doctor Ian Pearson, una autoridad mundial en las previsiones de futuro, asegura que en 2025 las mujeres ya elegirán como compañeros a los robots en lugar de escoger a los hombres; los varones harán lo mismo con las mujeres en 2050. No obstante, antes habrá que responder las preguntas que suscitan las dimensiones emocional y espiritual de este desafío. Y corregir sesgos como el que supone que muchas de estas androides tengan el aspecto de chicas jóvenes, atractivas y sumisas.
En algunos casos, los humanoides pueden parpadear, fruncir el ceño y llevar a cabo acciones tan sutiles y empáticas que sus interlocutores pueden dudar acerca de su naturaleza.