
El fabricante de vehículos japonés Toyota invertirá US$ 500 millones en la empresa de transporte privado estadounidense Uber como parte de un acuerdo entre ambas compañías para desarrollar conjuntamente coches autónomos, ha informado el diario The Wall Street Journal (WSJ).
La inversión de Toyota valora a Uber en US$ 72.000 millones, según WSJ.
Es decir que ahora Uber ahora tiene un valor de mercado ligeramente superior a SoftBank Group Corp., que a principios de año invirtió US$ 1.250 millones en Uber y se convirtió en su accionista Nº1, con 15% del capital.
Business Insider recordó que para una ronda de inversión anterior, Uber había sido valorada en US$ 69.000 millones.
Uber y Toyota retiraron en marzo de circulación sus vehículos autónomos.
Uber lo hizo después de que un vehículo propio matara a un peatón en Arizona (USA).
De inmediato, Toyota canceló sus vehículos autónomos a prueba que tenía en el área de San Francisco (California) y en Ann Arbor (Michigan).
Debe recordarse que Uber, previamente, canceló su programa destinado a desarrollar sistemas de conducción autónoma para camiones -para lo que en 2016 compró la start-upOtto, del polémico Anthony Levandowski, denunciado por Google como ladrón de tecnología-, y se enfocó exclusivamente en vehículos de pasajeros, o sea, turismos.
El principal escollo en este momento para el avance de la tecnología consiste en las interferencias electromagnéticas.
Así, las señales de los terminales móviles y las distintas frecuencias en que estos trabajan pueden generar distorsión en los sensores que el vehículo emplea para conducir por sí mismo.
Esto ocurrió en la demostración realizada por Mobileye, en las calles de Jerusalén (Israel), donde la señal de una cámara de televisión interfirió en el funcionamiento de un vehículo equipado con tecnología para comunicarse con los semáforos, lo que activó el transpondedor de la señal luminosa cuando no correspondía.
En este sentido, los fabricantes de vehículos ya han tenido que enfrentarse a las interferencias electromagnéticas de los dispositivos de carga inalámbrica con los sistemas de dirección y frenado automático, pero el siguiente paso en asistentes a la conducción resultará decisivo y los ingenieros aseguran que el problema fundamental será discernir cuál es la fuente de la interferencia y en qué sistemas puede interferir, especialmente en entornos urbanos, donde el volumen de señales electromagnéticas es muy alto y la seguridad debe ser incuestionable.