
Cuidado: Aunque el Sol es el astro que más influye sobre la Tierra y la vida que en ella existe, la Luna también ejerce una influencia relevante sobre la vida terrestre.
2 son los mecanismos principales por los que se manifiesta esa influencia:
> el de las mareas, por interacciones gravitacionales con la Luna; y
> el de la luz solar reflejada por la Luna, que, según cada fase lunar, puede brindar distintos grados de iluminación en las noches terrestres.
Las mareas y el nivel de luz ambiental rigen el comportamiento de diversas especies animales. Hábitos de caza, desoves masivos, y apareamientos igualmente multitudinarios, son algunas de las cosas que la Luna regula en esas especies.
Las cuestiones geofísicas son muy importantes en derredor de la Luna.
Por ejemplo, el ciclo lunar de 29.53 días.
Russell Foster y Till Roenneberg, de las universidades de Oxford y de la Ludwig-Maximilians de Múnich, han repasado lo publicado hasta ahora sobre la influencia del ciclo lunar para nuestra especie.
En lo más hondo de lo que podemos llamar "memoria fisiológica", es clave el resultado de la fuerza de las mareas: cada 12.8 horas, las aguas, empujadas por la Luna, suben y bajan, y lo hacen todavía con más ímpetu 2 veces al mes, con las mareas vivas.
Por otra parte, la aparición y desaparición de la Luna en el cielo nocturno desde muy antiguo provocó el desarrollo de los calendarios, y quedaron testimonio en las paredes de la cueva de Lascaux.
Entonces, ¿los chinos jugarán con fuego? Ellos dicen que no.
Según el periódico oficial del Partido Comunista Chino, El Diario del Pueblo, la principal empresa aeroespacial del país diseña un satélite artificial que ilumine la ciudad en un diámetro de 10 a 80 kilómetros.
La ciudad de Chengdu, en el centro de China, lanzaría en 2020 un satélite de iluminación capaz de producir un brillo 8 veces superior al de la Luna que servirá para complementar a las farolas y diferentes luces instaladas en las calles.
"El brillo que se espera que emita, a los ojos de los humanos, será de alrededor de 1/5 parte de lo que emiten las farolas en las calles", dijo Wu Chunfeng, presidente del CASC (Instituto de Investigación en Sistemas Microelectrónicos de Ciencia y Tecnología Aeroespacial).
Hay inconvenientes: si el cielo se nubla, al igual que con el satélite natural, la luz recibida disminuirá.
Además, esta tecnología ya ha recibido algunas críticas de detractores que opinan que esta luz podría causar trastornos en la rutina diaria de algunos animales, incluso en la observación astronómica.
Sus defensores aseguran que sólo será como un resplandor del atardecer que no afectaría a la vida de estos seres vivos.
Según él, el proyecto, que no se conoce aún si cuenta con el respaldo del Estado, lleva años madurándose. La experiencia de 2020 será un 'leading case' que si funcionara, será acompañada en 2022 por otros 2 satélites más.
En 1993, en plena desintegración de la Unión Soviética, los científicos rusos incorporaron un espejo en la Estación Espacial Mir que reflejase los rayos del Sol en la Tierra. El experimento Znamya tuvo un éxito moderado, y en 1999 se intentó repetir de forma más sofisticada. Sin embargo, el cohete que transportaba a Znamya 2.5 implosionó durante el despegue.
"El primer lanzamiento será básicamente experimental, pero los otros tres tendrán un gran potencial en el terreno civil y comercial", apunta Chunfeng.
Estos artefactos estarían situados a unos 500 kilómetros de la Tierra, mucho más cerca de los 384.400 km. que separan la Luna verdadera de la Tierra.
El satélite estaría cubierto por un revestimiento reflectante que, al igual que la propia Luna, devolvería la luz del Sol a la Tierra. Pero esta tecnología no supondrá que, de repente, se ilumine todo el cielo, sino que complementará al alumbrado ya existente o prestará ayuda en momentos puntuales.
También aseguran que supondrá un ahorro de energía de unos 150 millones de euros anuales para la ciudad de Chengdu si es capaz de abarcar los 50 kilómetros de extensión.
Chengdu, en el centro de China, es la capital de la provincia de Sichúan, que se remonta a la dinastía Ming (221-207 a.C), que diseñó el sistema de irrigación más antiguo del mundo.